Blog de Gustavo A. Ramírez Castilla

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viernes, 4 de enero de 2013

RETOS PARA LA VIEJA NUEVA DIRECCIÓN DEL INAH



Gustavo A. Ramírez Castilla[1]
Regresa el etnólogo Sergio Raúl Arroyo García  a la Dirección General del INAH para completar la tarea que dejó pendiente hace siete años, cuando ocupaba ese mismo cargo en el año 2005. Pero su regreso se parece  más  a la secuela de una vieja película que inicia donde acabó la anterior. El caso “TeotiWalmart” vuelve a escena coincidentemente con las investigaciones del New York Times sobre los supuestos sobornos a autoridades mexicanas para obtener permisos difíciles, realizados por la trasnacional en su muy peculiar estilo de hacer negocios (“The Bribery Island: How Walt-Mart Got is Way in Mexico”, New York Times, 2012/12/17: http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/8781341).  Funcionarios municipales, del INAH y el propio Sergio Raúl son mencionados en dicha investigación, sin dejar claro si tuvieron o no responsabilidad en los hechos que se denuncian. El primer reto para el Director es el de aclarar, de una vez por todas y sin lugar a dudas -como ya se anuncia en la página web oficial del INAH-, si se cometieron o no actos de corrupción en la licencia otorgada a la tienda Bodega Aurrerá de San Juan Teotihuacán, sancionando, en su caso, a los involucrados. Con ello ganaría la confianza y respeto de los investigadores, intelectuales, habitantes de la comunidad y autoridades federales; pero gastará una gran cantidad de tiempo, recursos y talentos que ahora son necesarios para atender cuestiones más urgentes.  Este caso es ya una primera piedra con la que tropieza su administración; pero que no debe desviar su atención demasiado.
El segundo reto es arreglar el caos y desprestigio en el que sus predecesores Luciano Cedillo Álvarez y Alfonso de Maria y Campos Castelló dejaron a la institución, generando serías diferencias entre trabajadores y funcionarios, estos últimos quienes se convirtieron en el principal factor de afectación a los monumentos, mientras que el sindicato asumió el papel de defensor de los mismos en numerosos casos, algunos de los cuales se ganaron en juicio, como el de “Resplandor Teotihuacano”, por citar un ejemplo. Desde el 2006 a la fecha el INAH  incrementó en cientos el número de mandos medios y jefaturas y en miles los contratados, manteniendo no obstante, el mismo número de plazas de investigación, docencia, arquitectos, restauradores y técnicos y manuales. Modificaron también los contratos por tiempo y obra- de por si leoninos-, para evitar que personal temporal adquiriera derecho a basificación, o siquiera las mínimas prestaciones de ley.  Asimismo se adquirió en renta el edificio Aristos, un rascacielos de 16 pisos ubicado  en la Avenida Insurgentes Sur, en el Distrito Federal, en donde se concentran las principales dependencias del instituto y la Dirección General, al módico precio de 3 millones 20 mil 317 pesos mensuales, en medio de dudosos procesos de adjudicación (“Gastó INAH 30 mdp en renta de edificio que no ocupó”, Milenio, 2010/06/09: http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/8781341). Lo anterior resulta escandaloso si se considera que la mayoría de los Centros INAH del país reciben menos de 1 millón de pesos anuales para gasto básico y proyectos; algunos carecen incluso de espacios de trabajo o mobiliario para el personal que allí labora. A lo anterior se suman las autorizaciones para usar bienes públicos -como museos nacionales y zonas arqueológicas-, como escenarios para conciertos cuyo beneficio es de carácter privado (Franco, Ivan, ¿Quiénes lucran con el patrimonio cultural en México, 2011, Proceso, 2011/09/07: http://www.proceso.com.mx/?p=280148); el cierre de las librerías del INAH a nivel nacional, actividad que se transfirió a Educal (“México desmantelado…las librerías INAH serán desmanteladas”: http://remarq.ning.com/profiles/blogs/mexico-desmanteladolas ), el escandaló por instalación de luminarias con tornillos así como los paneles para disimularlas en la pirámide del Sol en Teotihuacán, autorizado por la entonces coordinadora nacional de arqueología Laura Pescador Cantón (“Laura Pescador dejará la titularidad de la Coordinación Nacional de Arqueología”, La Jornada, 2009/04/23: http://www.jornada.unam.mx/2009/04/23/cultura/a04n1cul ) y el Consejo de Arqueología presidido por Roberto García Moll, quienes fueron destituidos de sus cargos. Más recientemente  los casos de alteración de los monumentos en Tzintzuntzan, Mich., por la construcción de un museo de sitio sobre una plataforma arqueológica y del fuerte de Loreto en Puebla (“Indignado, el INAH se subleva”, Proceso, 2012/08/27: http://www.proceso.com.mx/?p=318156 ), que muestran la poca sensibilidad de los responsables de dichas áreas centrales para llevar el desarrollo de los proyectos con criterio, apego a la normatividad nacional y recomendaciones internacionales en materia de patrimonio cultural signadas por México.  Adicionalmente debe buscarse el equilibrio de poderes en las dos principales instancias rectoras de la arqueología nacional: el Consejo de Arqueología y la Coordinación Nacional de Arqueología. Desde que Luciano Cedillo modificó el reglamento del Consejo de Arqueología, se eliminó la representación proporcional de autoridades e investigadores en el mismo, recayendo la consejería en los directivos de las instancias relacionadas con la arqueología dentro del instituto, así como un pequeño grupo de privilegiados invitados a título personal por el Director General. Los malos resultados dados por el Consejo en los últimos años se deben en gran medida a que no hay contrapesos críticos a propuestas descabelladas de peso político. En cuanto a la Coordinación Nacional, actualmente ha acumulado una gran capacidad de actuación como nunca antes se había visto, que parece sobrepasar incluso al mismo Consejo de Arqueología; asumiendo también competencias más allá de sus funciones, e invadiendo ámbitos responsabilidad de zonas arqueológicas y centros INAH, lo que ha ocasionado gran molestia entre los arqueólogos responsables. Por otra parte se han dejado en segundo plano aspectos sustantivos como la oportuna asignación de presupuestos, impulso de la investigación, atención prioritaria a zonas en estado de abandono, políticas públicas, difusión, etc.  La Coordinación Nacional de Arqueología ha mostrado un absoluto alejamiento del gremio INAH con quien no hay comunicación directa; las audiencias, como en el caso de los investigadores de la Dirección de Estudios Arqueológicos, deben ser mediadas por su director; ni que decir de los más alejados de la capital.
El INAH se ha convertido en una agencia promotora de turismo “cultural” (http://tci.inah.gob.mx/ ), función que no  se encuentra entre las encomendadas por las leyes o reglamentos concernientes. La administración Calderonista promovió la apertura de 12 nuevas zonas arqueológicas, así como numerosos “Pueblos Mágicos”; el Instituto ha destinado a la consecución de esas metas recursos humanos y financieros; pero sin impulsar una clara política social, sin estrategias de conservación y reducción del impacto negativo sobre los monumentos ni las poblaciones que hasta inventan tradiciones para ser “mágicos”. En lugar de ello terminan siendo “trágicos”.  Esto ha conducido por ejemplo, a que se lleven a cabo proyectos de carácter turísticos para abrir más zonas arqueológicas al público, pero olvidando por completo la recuperación y dignificación de otras como Tula en Hidalgo, Acozac en el Estado de México, Las Flores en Tamaulipas y muchas otras en el país que se encuentran en un estado deplorable. Es deseable que la política de “no abrir más zonas arqueológicas al público, mientras no se atiendan las que ya se tienen”, sostenida por el propio Sergio Raúl en su primera administración, vuelva a imponerse.
En materia de función pública, la Dirección General ha heredado una compleja estructura orgánica con más de 500 mandos medios que han ingresado a través del servicio profesional de carrera (SPC). A pesar de que dicho sistema fue instaurado para seleccionar a los mejores hombres y mujeres con los perfiles adecuados para los puestos de gobierno federal, incluido el INAH, es evidente que en este último caso el objetivo no se ha logrado. Al frente de numerosos Centros INAH, direcciones y jefaturas se encuentran personas con poco compromiso o ajenas al ámbito de la cultura. Ello se debe a que el sistema de selección que en principio era muy estricto y con altos estándares, fue ajustado para que con calificaciones bajas, los candidatos elegidos por altos funcionarios, valiéndose del artículo 34 de la Ley del Servicio Profesional de Carrera, fueran nombrados por el Director General por un máximo de diez meses, al cabo del cual debían inscribirse a la convocatoria pública y presentar los exámenes gerenciales. Si aun así sus calificaciones eran deficientes, en la última etapa, la entrevista, resultaban seleccionados por su experiencia en el cargo; entre otras maneras de burlar los procedimientos. En tanto el SPC no desaparezca, la actual administración del INAH tiene el reto de apegarse a los principios de transparencia, legalidad y vocación que establece la ley, y elegir a los mejores candidatos para los puestos. La búsqueda de delegados estatales sin compromisos políticos con los gobiernos estatales y municipales debe ser una prioridad. El patrimonio histórico de las entidades federativas ha sido afectado por obras públicas y privadas autorizadas por funcionarios sin escrúpulos.
La primera administración de Sergio Raúl tenía en contra a Sara Guadalupe Bermúdez, titular del CONACULTA, quien impulsaba políticas de negocio cultural promovidas por el gobierno panista; hoy  Rafael Tovar y de Teresa puede ser su mejor aliado. Pero algo muy importante para que la gestión de Arroyo García se mantenga apegada a los principios de honestidad, compromiso y profesionalismo que caracterizan a su persona, es que se haga de un equipo propio que comparta los mismos principios ideológicos y de lealtad. Sergio Raúl en su primera gestión se quedó con gran parte del gabinete de Teresa Franco, que lo dejó sólo en los momentos críticos o le ponía piedras en el camino. De muchos problemas se librará si no carga ahora  con el gabinete que le heredaron sus antecesores.
Durante la pasada administración la promoción de la imagen de México en el extranjero mediante magnas exposiciones desarrolladas por el INAH consumió buena parte del presupuesto, pero además dejó sin atención a los museos locales, muchos de los cuales requieren urgentes actualizaciones, mantenimiento y orden administrativo pues, pasar la responsabilidad de estos a los Centros INAH fue una de las peores decisiones, no sólo por la falta de presupuesto sino, principalmente, de interés.
Entre muchos otros aspectos que deberá afrontar la vieja nueva administración del INAH, uno de los más delicados es la relación con los sindicatos de investigadores, arquitectos y restauradores y técnicos, manuales y administrativos. Aunque al parecer el nombramiento de Sergio Raúl en la Dirección General del INAH ha sido bien recibida por los trabajadores, no debe olvidarse que los dos anteriores directores fueron desconocidos por algunos sindicatos, lo que dificultó las relaciones y acuerdos. El tema más importante que está en la mesa sindical es, sin duda, la promulgación de un reglamento de Ley Orgánica del INAH que satisfaga a todas las partes involucradas, aspecto que ha estado pendiente por varias décadas y que es una exigencia actual de la Auditoría Superior de la Federación. Otros temas pendientes son la homologación salarial con el Instituto Politécnico Nacional, la apertura de nuevas plazas, la modificación al organigrama del INAH, el respeto al uso de los monumentos, el servicio profesional de carrera y un largo etcétera.
Finalmente, fortalecer todas las áreas de investigación y conservación, elevar la calidad de las escuelas, implantar un sistema efectivo de registro y curaduría de las colecciones, adelgazar el aparato burocrático y poner en alto el nombre de la institución, no son retos menores. Al menos se espera que con la llegada de Sergio Raúl, la visión social que ha caracterizado al Instituto Nacional de Antropología e Historia por casi siete décadas vuelva a posicionarse, superando el cariz lucrativo-empresarial que se enquistó en el INAH con el arribo de los panistas.
04/01/13.




[1]  Arqueólogo, Maestro en Restauración de Monumentos, Profesor Investigador Titular C del Centro INAH Tamaulipas, Director de la Red Mexicana de Arqueología: www.remarq.ning.com.

jueves, 5 de mayo de 2011

El mito de la energía nuclear; riesgos para la vida, el planeta y la nucleoeléctrica de Laguna Verde, Veracruz

Por Gustavo A. Ramírez Castilla
La razón para la construcción de plantas de energía nuclear es mejorar la calidad de vida de la humanidad mediante la generación de grandes cantidades electricidad a bajo costo y no contaminante. Pero la paradoja es que al fin de cuentas esa premisa fundamental no se cumple. Es decir, el costo social de proveer de energía eléctrica a fabricas, negocios, hogares y oficinas es tarde o temprano la muerte de miles de personas, la alteración genética de millones de humanos, animales y plantas; la contaminación del agua, el aíre y el suelo; en fin, la condena a vivir décadas de una vida llena de contaminación, enfermedades, sufrimiento y deformidades genéticas. . ¿Recuerdan la varilla contaminada con Cobalto 60 que se usó en la construcción de casas en 1984? ¿O la leche contaminada por la radiación de Chernoíl, que importó México de Irlanda el 26 de abril 1986?

La primera planta nuclear para uso comercial se construyó en Inglaterra, la misma nación que inició la Revolución Industrial, el año 1956. El entusiasmo por la energía nuclear se apoderó del mundo cuando se comprobó que 1kg de uranio rendía lo mismo que 100 toneladas de carbón. Además no contaminaba la atmosfera con dióxido de carbono. Así, en tan sólo 34 años había 420 reactores nucleares en 25 países.

Para los que somos ignorantes de la física nuclear existe la creencia que los reactores nucleares generan electricidad directamente de la fisión nuclear, es decir, de la separación de los átomos de uranio y otros materiales radiactivos. Pero la realidad no es así. La fisión en este caso, permite generar grandes cantidades de calor a partir de un combustible radioactivo. Ese calor calienta agua a altas temperaturas transformándola en vapor. Es el vapor a presión el que hace rotar las turbinas convencionales que forman el campo magnético que produce electricidad en las plantas nucleares. Es decir, lo que es nuclear es el combustible, no la electricidad. Se usa un combustible de última generación para crear energía térmica que a su vez se convierte en energía mecánica y por su intermedio en energía eléctrica. Esta aplicación fue descubierta el siglo I por el ingeniero y matemático griego Herón de Alejandría. Su invento la Aeópila, un dispositivo que rota sobre su eje al expulsar vapor por unos tubos dispuestos en torno a un contenedor de agua, calentada por un mechero, fue descrita en su obra Spiritalia seu Pneumatica. Este invento no tuvo aplicaciones prácticas y permaneció en el olvido durante siglos, hasta que en el siglo XII se describieron máquinas de vapor para un órgano y en 1543, para navegación, por Blasco de Garay. Otras máquinas de pistones se desarrollaron entre los siglos XVII y XVIII en Europa, hasta que en 1769 James Watt patentó su máquina de vapor, una de las bases de la Revolución Industrial.
Otros mitos en torno a la energía nuclear son que los reactores no contaminan y su manejo es seguro. Pero la historia demuestra lo contrario. Uno de los más graves problemas son los desechos del combustible radioactivo agotado, que emiten radiación nociva para la vida, incluso durante miles de años. Existen diferentes técnicas de manejo que van desde el reciclaje para aplicaciones civiles o militares, el almacenamiento temporal en las mismas plantas, el almacenamiento geológico profundo – en cavidades naturales o minas agotadas- y, más recientemente, la transmutación, que propone su reprocesamiento mediante técnicas complejas, para ser re aprovechados como combustible sustituto del petróleo. El confinamiento de la basura nuclear se hace en bidones y depósitos subterráneos sepultados en hormigón. Hay desechos de baja actividad, como los producidos por hospitales, y los de alta actividad procedentes de los reactores y armas nucleares. Aunque se asegura que los contenedores son resistentes, está latente el riesgo de que movimientos telúricos u acciones terroristas los fisuren, causando fugas nocivas. Los países con centrales nucleares tienen basureros nucleares, pero en años recientes varios de ellos han optado por exportar sus desechos a países lejanos, principalmente del llamado tercer mundo. África y América Latina están entre los preferidos, aunque poco se sabe de la localización de estas fuentes potenciales de contaminación radiactiva. Alemania ha reportado incremento de cáncer en las poblaciones cercanas a algunos de sus basureros. Somalia se encuentra en una situación similar. Es de esperarse que en los países pobres el manejo sea deficiente y más riesgoso. También se ha contemplado sepultarlos en la Antártida, pero científicos advierten que el calentamiento producido por reacciones químicas podría derretir el hielo y aumentar el nivel del mar.

El informe sobre “Los peligros de los reactores nucleares, los riesgos continuos que entraña la energía nuclear en el siglo XXI”, preparado para Greenpeace por Helmut Hirsch; Oda Becker y Antony Froggatt, destacados especialistas en temas nucleares; advierte que la vida media de los reactores es de 22 años. El envejecimiento de las plantas supone un alto riesgo para la seguridad, además de los inherentes al diseño defectuosos (del cual presentan un análisis detallado), que no pueden ser solventados mediante programas de mejoras. Un accidente puede liberar radiación superior a la de Chernobíl en 1986, provocando la reubicación de miles de personas e incrementando hasta un millón las muertes por cáncer. A pesar de esta advertencia, muchos países han optado por mantener funcionando las centrales más allá de su vida útil, aumentando la potencia de sus reactores activos, disminuyendo la inversión en seguridad. Se advierte también la propensión a ataques terroristas, como la colisión de aviones. Llama la atención que este informe no pondere lo que creo es el mayor de los peligros: el error humano. Por más mecanismos de seguridad e inteligencia computarizada que se puedan instalar, el hecho es que los reactores son controlados por seres humanos. Y es un hecho que por más cuidados que se tengan, la falla humana llegará en cualquier momento. Esto ya ha sucedido antes, el caso más conocido es el de Chernobíl, donde la desgracia devino no de uno, sino de una serie de errores humanos y situaciones no previstas, que se sucedieron en cuestión de minutos.

El 26 de abril se conmemoró el 25 aniversario de tan lamentable acontecimiento, teniendo como telón de fondo la reciente explosión de los reactores nucleares de la Planta de Fukushima. Estos últimos impactados por el terremoto del 11 de marzo, con consecuencias catastróficas para Japón. Es lamentable comprobar que el hombre, es el único animal que no aprende de sus errores pasados. Somos una especie tan arrogante que vivimos la ilusión de poder controlar a la naturaleza. Hoy vemos las terribles imágenes de Chernobíl convertido en un paisaje dantésco, yermo e inhóspito. La radiación allí hace imposible la vida humana. Animales y plantas han sido alterados genéticamente, la economía de una amplia zona ha sido destruida y sus habitantes están condenados a consumir alimentos contaminados de por vida. Japón no aprendió la lección de las bombas atómicas. Aunque se levantó portentosa de esa tragedia, hoy enfrenta un reto mayor: la desconfianza de los consumidores de productos japoneses que ya no sentiremos confianza de adquirirlos por temor a contaminarnos. Su economía, su tecnología, su tradicional forma de vida; es decir, su civilización, ha sido afectada en grado mayor por las explosiones de sus reactores nucleares, que por el terremoto y tsunami. También como en los años cuarenta del siglo pasado, las consecuencias de la radiación se sufrirán dentro de unos años y en las generaciones por venir. La palabra del gobierno y de los científicos que aseguran que no hay de qué preocuparse, no es una garantía.

En México tenemos que ocuparnos como ya lo hacen otros países, de evitar a tiempo que el error humano o la naturaleza, pongan en peligro la vida de cientos de miles de personas que habitamos en torno a la central nuclear de Laguna Verde, en Veracruz. Esta nucleoeléctrica entró en operación en 1989, en 1995 lo hizo el reactor 2. Es decir, que el reactor 1 ha operado durante 22 años, el límite justo de su vida útil, y el reactor 2 se acerca. Sin duda esta planta ha contribuido al fortalecimiento del país, aunque no puede decirse lo mismo de la región que sigue sumida en el subdesarrollo de décadas. Ahora los esfuerzos deben orientarse hacia el desarrollo de fuentes de energía alternativa limpia. Es un momento oportuno de hacer realidad el cierre definitivo de la planta nuclear de Laguna Verde, ahora que aun no hay graves daños que lamentar. Es deber de las autoridades actuar en forma racional, justa y en atención al mayor interés de la nación, que es la vida de sus habitantes. Ninguna economía, proyecto o ley deben estar por encima del valor fundamental de la vida humana. Si la continuidad de la central nuclear de Laguna Verde cuesta al menos una vida, o la salud de una sola persona; entonces no vale la pena su existencia.
Aprendamos de la historia. ¿Quién quiere ver el paraíso tropical veracruzano convertido en un desierto nuclear dentro de 10 ó 100 años?
gustavoramirezc@gmail.com

Sitios web recomendados:
http://www.greenpeace.org/raw/content/espana/reports/los-peligros-de-los-reactores.pdf
http://es.wikipedia.org/wiki/Energ%C3%ADa_nuclear#Tratamiento_de_residuos_nucleares
http://ngm.nationalgeographic.com/2006/04/inside-chernobyl/stone-text.html
http://www.elmundo.es/especiales/chernobil/
http://totallycoolpix.com/2011/01/chernobyl-25-years-later/
http://www.ejournal.unam.mx/cns/no47/CNS04705.pdf